El Psicólogo y el Sacerdote. Una advertencia.

En los últimos 15 años, paulatinamente ha surgido un “boom” de psicólogos que aparecen en los medios y escriben libros. La Psicología es muy amplia: puede ir desde la psicología de las organizaciones laborales, la psicología industrial hasta el estudio del llamado “cerebro artificial” y los sistemas cognitivos (es decir, crear modelos computacionales para explicar funciones mentales humanas). Generalmente, en nuestros países a esto último no lo conoce casi nadie a nivel popular, pues es demasiado complejo, y por ende aburrido ("no es entretenido”).

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Pero en este caso, me voy a referir a la psicología clínica. Un psicólogo clínico es la imagen quizás más popular que tiene la gente acerca de lo que es un psicólogo, debido a las películas y las series: alguien que practica “psicoterapia” con un paciente. La imagen mental automática que surge aquí es el por siempre eterno Sigmund Freud. 

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En esta última década y media he observado que cada vez aumenta más el número de psicólogos (en teoría clínicos) que aparecen en los medios con una postura bien específica: recomendando o directamente diciéndoles a las personas cómo deberían vivir, qué es bueno y malo pensar, y hasta qué ideología deberían tener. Esto no es exclusivo de Uruguay: sucede en Argentina y en todos los países de habla hispana, con la excepción -quizás- de España. 

¿Es esta la función de un psicólogo clínico? Permítanme ser contundente: NO. Un psicólogo clínico, al menos si practica una forma de terapia basada en la evidencia científica de sus resultados, tiene una función muy concreta: aplicar sus conocimientos para que un paciente mejore y resuelva lo mejor posible su problema en un lapso razonable de tiempo (hablo de meses y no de años). 

La función de un psicólogo clínico no es ni promover ideologías, ni promover estereotipos de lo que él o ella cree que es el mejor estilo de vida, ni mucho menos un sistema de creencias acerca de cómo es el mundo o parámetros morales.

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A usted, su neumólogo no le dice si debería elegir el ski o la natación como deportes; simplemente le prescribe una medicación y le recomienda cómo debe cuidarse. Pero la elección de su estilo de vida y sus creencias es suya, pues forma parte de su libertad. Ni siquiera el psiquiatra le anda diciendo a usted cuál debería ser su sistema de creencias ideológicas. 

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Sea lo que sea, la manera en la que cuentes tu historia en línea puede marcar la diferencia.

Sea lo que sea, la manera en la que cuentes tu historia en línea puede marcar la diferencia.

Tanto el neumólogo, el psiquiatra como el psicólogo clínico son profesionales de la salud. Por algún extraño motivo, en los países latinos, el psicólogo “clínico” (los clínicos en serio no se dedican a esas cosas, sin ánimos de ofender a nadie) es una suerte de mezcla entre sacerdote y gurú espiritual. Si usted no me cree, haga algo muy simple: busque en una lengua que no sea el español en YouTube cuántos psicólogos clínicos hacen esto mismo en Canadá, USA, Alemania, Suecia, etc., y dígame cuántos son y sus nombres. En los países antes mencionados, la función del psicólogo es estrictamente técnica. ¿Jordan Peterson? Peterson habla como intelectual, no desde el lugar de un psicólogo clínico. Desde luego que los psicólogos no hispanos aparecen en los medios, pero para hablar de cosas muy distintas. Aquí vemos a uno de los psicólogos más importantes de nuestro tiempo, Steven Pinker:

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No tengo una explicación cabal para este fenómeno cultural en el mundo hispano, pero se me ocurre algo: dado que nuestras sociedades latinas se hallan en descomposición cultural, el “psicólogo clínico” ha absorbido -o pretende hacerlo- la función del sacerdote. Un ejemplo de estos famosos gurús es Jorge Bucay, quien ha sido acusado de plagio, y él mismo lo ha terminado reconociendo. Ver noticia aquí

El ser humano siempre ha necesitado de la experiencia de lo sagrado y la distinción de lo profano para vivir y darle un sentido a las cosas; es la moderna cultura occidental la excepción a la regla. Como el individuo occidental no entiende nada acerca de lo sagrado (porque vive en un mundo que nada le enseña sobre eso), entonces cree encontrar medianamente satisfecha su necesidad en una especie de mix new age, un puesto que está destinado a ser ocupado por los agentes locuaces de la opinología de turno. El individuo occidental podrá hacer mil esfuerzos incluso por negar su dimensión espiritual, pero jamás la podrá eliminar, dado que esto es innato a la naturaleza humana. El hombre primitivo ya poseía inquietudes sobre la muerte y enterraba a los muertos. Las grandes preguntas a las que ningún individuo puede escapar -tal como decía el pensador Martin Heidegger- son: ¿para qué?, ¿hacia dónde?, ¿y luego qué?

Un pensador e historiador muy importante de las religiones, Mircea Elíade, lo explica muy claramente:

“El hombre entra en conocimiento de lo sagrado porque se manifiesta, porque se muestra como algo diferente por completo de lo profano. Para denominar el acto de esa manifestación de lo sagrado hemos propuesto el término de hierofanía, que es cómodo, puesto que no implica ninguna precisión suplementaria: no expresa más que lo que está implícito en su contenido etimológico, es decir, que algo sagrado se nos muestra. Podría decirse que la historia de las religiones, de las más primitivas a las más elaboradas, está constituida por una acumulación de hierofanías, por las manifestaciones de las realidades sacras.”

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Muchos psicólogos -a medio camino entre ser gurús espirituales y ganar dinero- están pretendiendo cumplir la función espiritual de la “hierofanía”. Pero la función espiritual le corresponde al sacerdote. Esta nueva clase de “psicólogos pastorales” -que más de encargarse del espíritu son reformistas ideológicos-, pretenden erigirse con la corona de un ministerio sacerdotal laico.

Demos al psicólogo lo que es del psicólogo, y al sacerdote lo que pertenece al sacerdote.

 

Andres IrasusteComment